Quedan atrás, al menos ante los ojos de los partidos suscriptores del celebérrimo pacto en favor de las libertades y contra el terrorismo (salvo que la Fiscalía se empeñe en lo contrario), los aciagos comentarios que Felipe González despachó, enalteciendo la figura de Rodríguez Galindo, condenado a más de setenta años de prisión, entre otra cosas, por la tortura y el asesinato de Lasa y Zabala, tras jactarse de haber tenido la posibilidad de volar la cúpula de ETA al otro lado de la muga.
Y se obvia cualquier severa censura al respecto, en primer lugar, porque, según parece, los expresidentes de los Gobiernos de España pueden, precisamente por su condición, campar a sus anchas y decir lo primero que les venga en gana, con total impunidad.
Además, y en segundo lugar, porque a estos partidos políticos preocupa, y apremia, para garantizar la consecución de la libertad y la canalizar debidamente la lucha contra el terrorismo, acometer urgentes proyectos, como el de la definitiva aprobación de la actual Proposición de Ley que ???amenaza??? con introducir una reforma electoral que impida, sea como sea, la concurrencia de cualquier sigla que comparta ideología con la izquierda abertzale ilegalizada, a los inminentes procesos electorales.
Por último, es preferible impulsar, bajo su criterio, el procesamiento y la condena de quienes consideran son verdaderos enaltecedores del terrorismo, (Otegi, Permach y Álvarez), por comparecieron en un acto considerado ilegal en Anoeta, hace ya seis largos años, en el que se declaró que la única opción viable para la consecución de la Paz en Euskal Herria, pasaba por sacar la violencia y el sufrimiento de las calles, y suplirla por la política.
Estoy seguro de que, si preguntásemos por todos estos hechos al conjunto de la ciudadanía, al margen de ???politiqueos??? y partidismos, nos revelaría, mayoritariamente, que le parecen una sinrazón.
No parece, a priori, razonable, que se enjuicie y condene a unas personas por tratar de hacer política, en un momento, histórico, en el que dieron respuesta a una demanda social ya incontenible, reivindicando en aquella conocida como ???Declaración de Anoeta???, la fuerza de las palabras frente a la fuerza de las armas.
Cierto que el lenguaje de la izquierda abertzale ilegalizada ha hecho gala, siempre, de una falta de claridad que ha invitado, implícitamente, a la perversa interpretación de su mensaje. Pero no es menos cierto que, sólo puede catalogarse como auténticamente perverso, el sistema instaurado por la ???Ley de Partidos???, en virtud del que se exige a este mundo que protagonice, de inmediato, y de la forma en que dicha norma pretende imponer, determinadas conductas cuya comisión exige un proceso de reflexión y debate que sólo puede nacer de actos, como el mencionado de Anoeta, que se consideran ilegales, de modo que sus promotores se ven abocados a ver sus huesos en una celda. Se exige, pues, la cuadratura del círculo: que hagan política sin poder hacerla.
Esta exigencia no se me antoja casual. Al contrario, parece obedecer a una estrategia perfectamente calculada por los partidos Socialista y Popular, no en vano, pretenden extrapolarla al cuerpo normativo electoral.
Puede que no sea un buen alumno, disciplinado y displicente, pero tampoco me parece razonable, recibir estas lecciones de democracia, consistentes en apartar del ruedo político, bajo pretextos de forma, que no de fondo, a aquellas opciones que pueden mediatizar unos resultados electorales potencialmente desfavorables, impartidas por grupos políticos incapaces de condenar vehementemente actos y declaraciones que han enaltecido el secuestro, disfrazado de detención, así como la tortura y el asesinato organizados.
Pero a este mal alumno, lo que le parece razonable es que el ejercicio de TODO TIPO DE VIOLENCIA merezca desprecio, reproche y condena, y que TODAS LAS VÍCTIMAS DE TODO TIPO DE VIOLENCIA, y también la política, sea cual sea su filiación o ideología, deben contar con nuestro absoluto amparo, respeto y comprensión.