Lo que está pasando con la política recuerda a un organismo atrapado por una metástasis. El mal afecta a todo el sistema por mucho que algunos de sus componentes se libren de la corrupción.
En honor de estos últimos se quiere combatir la desconfianza generalizada insistiendo en que hay políticos honrados y vocacionales. Sin duda. Pero las organizaciones en las que se desenvuelven, sean las instituciones o las propias estructuras partidarias, están bajo sospecha y eso les incumbe a todos en tanto que son piezas de esos engranajes.
El asunto de los papeles de Bárcenas está resultando un escándalo difícil de soportar. Y es que afecta nada menos que al mismo presidente del Gobierno, según informaciones periodísticas a las que la ciudadanía otorga más fiabilidad que a las palabras -solemnes y por momentos sentidas- del propio Rajoy el pasado sábado.
Y es que llueve sobre mojado. Son demasiadas las mentiras que hemos escuchado y seguimos oyendo de boca de políticos de cualquier tendencia en su afán por obtener o conservar parcelas de poder. Muchos los casos de corrupción sobre los que se ha pasado de puntillas sin ser debidamente investigados. Inmensa la confianza traicionada, lo que ha provocado que los dirigentes institucionales hayan perdido la poca credibilidad que les quedaba, aunque acaben pagando todos por una parte de ellos.
¿Y por qué explota todo precisamente ahora? Está claro que se debe a las difíciles circunstancias que estamos viviendo. La situación de muchas personas está llegando al límite y sienten que desde ???arriba???, en lugar de ofrecer soluciones, se les aprieta más y más. Ven además que quienes administran el bien común no renuncian a ningún privilegio y encima muchos se permiten el lujo de burlar unas leyes que hacen aplicar con rigor.
La ausencia de congruencia es una constante en los protagonistas de la vida política. Somos coherentes cuando lo que pensamos y lo que decimos está en consonancia con lo que hacemos. Sin esto no son posibles ni la credibilidad, ni la influencia, ni el liderazgo. Ni, por supuesto, la serenidad, el buen juicio y el equilibrio necesarios en estos tiempos difíciles. Tampoco la invocación a la búsqueda de objetivos compartidos, a la solidaridad o la generosidad precisas para alcanzarlos.
Como sociedad organizada, avanzamos a la deriva. Pero en cuanto que personas, todo un mundo de posibilidades se abre ante nosotros. Hay esperanza. No sólo podemos, sino que estamos obligados a reinventarnos.
Durante muchos años nos han estado \\\”adoctrinando\\\” hacia un visión individualista (egoísta), tanto que nos ha pillado con el pie cambiado y lo que hasta ahora era un \\\”sálvese quien pueda\\\” ha llegado hasta tal nivel de gravedad que no nos queda más remedio que volver a mirarnos hacia dentro para sacar lo mejor de nosotros y compartirlo con los demás. Necesitamos hacer causa común con el resto de nuestros convecinos para enfrentarnos a toda esta inmundicia.
Completamente de acuerdo. Con la que está cayendo… y los partidos políticos sólo se preocupan de mantener sus privilegios: dietas, pagas extras, infinidad de cargos innecesarios, financiación irregular. En Europa, por no pagar una multa puedes acabar obligado a dimitir. Aquí nos roban a la cara y seguimos defendiendo el sistema. Hay que cambiarlo todo de arriba abajo.