Al otro lado del charco, en el imperio de las barras y estrellas, existen veinte millones de mujeres que disponen de algún tipo de arma. En un reciente documental de TV2, a la pregunta del motivo de tener un arma, ellas responden que se sienten más seguras.
Que una persona del sexo femenino tenga que realizar tal manifestación es a todas luces significativo porque resulta obvio reconocer que nos encontramos en la jungla, mal que nos plazca.
-“Más vale tener un arma y no necesitarla, que necesitarla y no tenerla”-proclama uno de los personajes de aquella sorprendente película “Amor a quemarropa” con guión del celebrado Quentin Tarantino.
¿Cómo hemos llegado a semejante estado de las cosas para afirmar tal dislate? Es una frase de un relato de ficción, pero bien sabemos que a estas alturas de la Historia del Universo, la realidad supera a la invención.
Es alarmante el número de víctimas por el uso de armas de fuego en los Estados Unidos de América. Tal es así que algunos establecimientos han exigido a sus clientes que dejen sus “hierros” en casa.
Parece inimaginable que superadas las epopeyas del salvaje oeste americano, se den situaciones tales como las que hemos podido conocer a través del cine. Es como si estuviéramos presenciando al mítico Earp ordenar a los forasteros entregar sus armas en la oficina del sheriff nada más entrar en la ciudad, y a sus convecinos que se olviden de salir a la calle con ellas.
Datos escalofriantes son los que maneja Henry Porter, escritor y especialista en derechos civiles:
En EE UU, han muerto por arma de fuego 212.994 personas más que en todas las guerras en las que se ha involucrado el país durante los últimos 45 años.
El índice de mujeres que acceden al uso de las armas ha crecido un 20% desde 1990 en el país de Obama, e indudablemente son la desigualdad de género y la tolerancia al uso de la violencia contra la mujer los factores que han propiciado este aumento ya que ellas consideran que de esta manera, se sienten más libres.
El pasado mes de diciembre, la “Asociación Compasión” inició en Turquía unos cursos gratuitos de tiro para mujeres amenazadas. Fue una iniciativa que en breve plazo consiguió más de 20.000 consultas.
Si la epidemia se extiende, en breve conseguiré una réplica del Magnum 44 de Harry, civilizadamente acompañado de un prospecto, cual medicamento, con una reseña en la que se podrá leer- “manténgase fuera del alcance de los niños”-, por pura profilaxis.
Sin embargo a uno se le revuelve el estómago al constatar que se haya dispuesto de 200 agentes de policía para proteger (de su pueblo) a una Infanta, mientras se presta nula atención a un gran número de mujeres asediadas y amenazadas.
Es indignante que guardias uniformados hagan el pasillo a tanto sinvergüenza, a la par que existan galerías por los que cientos y miles de chicas se ven obligadas a exhibir sus atributos sexuales en redes de prostitución, de las que resulta casi imposible escapar.
“E la nave va…”