La natalidad de los 18.377 inmigrantes residentes en Euskadi supone un 6,3% por ciento del total de nacimientos en esta Comunidad Autónoma, que está situada en el ranking europeo a la cola de la natalidad con respecto al resto del Estado y a Europa.
Por cada mil habitantes, en España se sitúa la cifra total de nacimientos en un 8%; en Europa, en un 10%, y en Euskadi en un 8,7%, con tendencias a la baja desde los últimos años.
En los primeros puestos europeos se sitúan Irlanda, con un 14,1%; Francia, con un 11%, y Suecia, con un 11%. Queda claro que los países con más alto nivel de vida están arriba, y lo cual relaciona la fecundidad de las parejas con su nivel de ingresos, es decir, que la renuncia a tener hijos está relacionada con las dificultades económicas de las parejas europeas. Por el contrario, las parejas de inmigrantes mantienen una tasa alta de fecundidad, fundamentalmente por su apego a la cultura y tradiciones de su país de origen.
Los medios informativos destacan que las mujeres emigrantes conocen cada día mejor los recursos de la medicina para controlar la natalidad y planificar su familia, pero por encima de esos medios de control mantienen la fidelidad a sus costumbres y sus tradiciones. ¡Especialmente ellos!
El crecimiento del número de hijos de emigrantes repercutirá por supuesto a un aumento de la proporción de niños de origen no europeo entre la población de Europa, de España y de Euskadi.
Fuera de nuestras fronteras, Francia y otros países centroeuropeos viven una alarma obsesiva por la afluencia de emigrantes y refugiados creciente. En Francia ha tenido muchos lectores una novela en la cual se sueña que un día no muy lejano socialistas franceses y partidos de musulmanes organizados alcanzarán el poder por el sistema electoral, y el país será gobernado por musulmanes y “musulmanizados”.
Cabe también imaginar que las religiones, hoy arraigadas e influyentes en la sociedad, perderán mucho de su capacidad de influencia en beneficio de unas ideologías más respetuosas con los derechos humanos y la igualdad de todos los nacidos.
En todo caso, los gobiernos deberían tener en cuenta que la natalidad depende de los recursos económicos de los ciudadanos, y por encima de todo de la voluntad de la mujer, protagonista de todo nacimiento.