Niñas, novias, amamas

Entre todas bordaron un pañuelo de mil colores con historias de la Noche de Reyes, de muñecas de trapo o cartón, de un par de relucientes zapatos de charol, los dos del mismo pie, porque Baltasar se había equivocado, y tuvo que ir aita a ver al Rey Negro para que le cambiase uno de los zapatos. A la otra le tocó un cordero en la catequesis de Larrea, y se echó a llorar, la de más allá tuvo su gran decepción cuando a los 10 años le dijeron que los Reyes eran los padres… Historias de Nochebuena, de nacimientos de primos o hermanos con atracón de pastas a escondidas…

Era un curso de revitalización de la memoria, en el que jubilados y jubiladas, en dos rondas diferentes, se ejercitaron en contar historias felices de su niñez, y otras de cualquier momento de su vida. Y los años de la posguerra, aquellos 1940 de hambruna, estraperlo y cartillas de racionamiento, volvieron a ser actualidad, y los/as jubilados/as niños/as, y las mocitas de los 1950 revivieron sus aventuras de flechazos, amores, bodorrios y viajes de bodas.

Todas esas cosas sencillas que llenaron las vidas de nuestras amamas cuando aún no habían cicatrizado del todo las heridas de una Guerra Civil, y este país vivía hundido en el subdesarrollo y el aislamiento internacional.

Y revivió un mundo de cosas sencillas de antes de la televisión y antes del Seat 600, mejor dicho, muchos mundos diferentes y distantes cientos de kilómetros que se llamaban Carrión de Calatrava, en el corazón de La Mancha, o Villafranca de los Barros en Extremadura, o en Amorebieta-Etxano, Larrea, o Astepe, o…

Un mundo que volvía de la oscuridad a la luz, de la tristeza a la fiesta, de la mano de la mujer eterna, la que toda la sociedad se ha esforzado en honrar y desagraviar el pasado 8 de marzo, Día de la Mujer trabajadora.

Pero sigamos con los recuerdos.  Por ejemplo, los de Feli: “Fui feliz aquel día de San Ignacio que mi padre nos llevó a mí y a doce más a la Cruz del Gorbea, andando desde Ceánuri hasta Arraba, y luego de un descanso hasta la Cruz”. O los de Pilar “Uno de mis días más recordados, en mi tierra de Zamora, aquel en que mis padres, con 16 años, me dieron permiso para ir al primer baile. Bailé con mucha gente”.

Y  Eugenia: “A mis 20 años, fui a una despedida de soltera a Guernica. Lo que pasó allí, me lo guardo para mí”. Figúrense lo que pasó, piensen en un amor a la primera que seguramente duró y perduró.

Toñi saboreó el recuerdo de aquel día en que “fui de romería a Bizkargi, en misa me encontré a un chico, portero del Amorebieta… No lo volví a ver en años, y eso que lo busqué. Pero un día lo encontré, y terminamos por casarnos”.

O aquel extremeño emigrado a Amorebieta que recordó el día de su boda con otra Pilar, y el viaje de luna de miel a su pueblo de Badajoz, “a segar”. Era verano, ¿qué otra cosa podía hacer un recién casado que echar una mano en las tareas de la recolección a su familia? La otra conoció a su marido en un circo ambulante en un pueblo, el día de San Isidro, 15 de mayo.

Inés alardeaba del traje blanco inmaculado de su boda. “Mi madre me decía que casarse de blanco estaba reservado a las novias de familia bien. Pero yo me empeñé, y me casé en Larrea de blanco reluciente…Todavía tengo guardados como oro en paño los guantes y otras piezas del traje”.

A otras, por el contrario, les impactaron más bien los avances tecnológicos. “Todavía me dura la impresión del primer día que vi la televisión. No sé si me impresionará tanto cuando vea por primera vez a Jesucristo en el cielo… “Y digo lo mismo de hablar por el móvil, o del walki talki”, contó Txaro. María se complacía en recordar el momento en que pusieron en sus brazos a su primer hijo, a sus 27 años.

Ellas han hecho posible este mundo de hoy; ellas y los hombres que hoy celebran con ellas, en cualquier hogar del jubilado de nuestro país, en torno a una mesa y unas cartas de la baraja, la vida que sigue, las vidas que sueñan y siguen construyéndose en este mundo en crisis, eternamente en crisis para unos, para la mayoría, y lleno de dinero y confort para otros. Un mundo torturado por la necesidad o por la insatisfacción, al que por lo menos le queda la sonrisa y el buen hacer de la mujer.

!Eskerrik asko, amamas!

Honorio Cadarso es periodista