Objetivo, españolizar

Imaginen que un Consejer@ de Educación cualquiera, catalán o vasco, tuviera la ocurrencia de espetar en público, con luz y taquígrafos, con total claridad y en pleno ejercicio de sus funciones, que el objetivo del sistema educativo que pretende implantar en su comunidad autónoma, no es otro que el de catalanizar o euskaldunizar, descaradamente, al alumnado.

Se montaría sin duda en España una de órdago a la mayor. Imaginen cómo se pondrían los defensores a ultranza de la indisoluble unidad española. Se subirían por las paredes, pondrían el grito en el cielo, satanizarían más, si cabe, de lo que lo hacen habitualmente, todo lo que oliera a nacionalismo independentista, y terminarían por proponer el proceso, juicio y condena del responsable de tamaña irresponsabilidad, por peligroso traidor a la patria.

Acto seguido, y con la palabra democracia siempre en la boca, y con el objetivo de preservarla, por supuesto, a su manera, los salvapatrias se liarían la manta a la cabeza con ampulosas propuestas de modificaciones legislativas, preparadas ad hoc y en un momentito, para garantizar, por supuesto, la salvaguarda de los derechos y libertades de todos los españoles.

Y terminarían decidiendo que lo mejor sería que, quien no pensase como ellos, se fuese directo a la Audiencia Nacional pero, eso sí, a ser posible, que cayese en manos de un juez que no peque de pijo ácrata, no fuera a sobreseer el caso.

¿Se lo imaginan? Estoy casi seguro de que no. Pero el caso es que mucho me temo que a quienes mandan en Madrid se les ha subido la mayoría absoluta a la cabeza, y ya ni siquiera se toman la molestia de fingir el menor respeto por las ideologías ajenas. Dicen lo que les da la gana, donde sea y como sea, según les sale de ahí, de sus entrañas. 

Así que hay días en los que un ministro o un autorizado portavoz de ese Gobierno de España (que no sabemos cuándo va a terminar de pedir formalmente sopitas a Europa, en forma de un rescate económico que precisa a la desesperada, y que todos sabemos que ha pedido y que va a tener que volver a pedir, aunque Rajoy le ande buscando dos mil pies al gato) cree tener bula para cualquier cosa. Para mirar por encima del hombro a todo parroquiano, para mofarse de él, o insultarlo, como mejor le parezca, sobre todo si osa decir o hacer algo que no termine de encajar en su credo del pasado siglo.

Un credo, por cierto, que algunos de sus compañeros se afanan en aparentar que entierran, haciendo gala de un disimulo que a esta altura de partido casi, si me apuran, hasta se agradece. Aunque cada vez engañan a menos gente. Porque el exceso de confianza suele ser un incómodo compañero de viaje que tiene el efecto de relajar hasta el descuido.

Y primero Hernando y luego Wert se han sentido tan cómodos, tan sobrados, que se han descuidado y han terminado por decir ante todos un par de inconveniencias supinas que deberían pasar factura a sus ilustres señorías, a los que se arroga la condición de representantes del pueblo en las instituciones democraticas.

Porque no olvidemos que ostentan cargos de esos que elegimos tras depositar nuestros sufragios en unas urnas, me temo que, muchas veces, sin haber reflexionado lo más mínimo sobre el alcance de nuestros actos.

Jon Andoni Bengoetxea es abogado y presidente de la Cultural de Durango