En ocasiones he pensado, “qué
rápido pasa el tiempo”, pero si me
paro a pensar en todas las cosas que he hecho
y los buenos momentos que he pasado, me
doy cuenta de que el tiempo no es importante
y que sí lo son, en cambio, los
momentos vividos.
Antiguamente, para que se diese un
cambio en la sociedad eran necesarias varias
generaciones. Hoy en día, los cambios
culturales, políticos,
tecnológicos etc. se dan en
cuestión de años o, incluso, en
cuestión de meses o días.
En una sociedad que evoluciona a marchas
forzadas nació hace años un
movimiento que nos llama a echar el freno y
replantearnos nuestro ritmo de vida.
‘PARATE Y RESPIRA’ es una de las
directrices del MOVIMIENTO SLOW
(movimiento lento). Este movimiento nos
invita a replantearnos nuestro ritmo de vida y
a valorar las cosas que realmente son
importantes en nuestra vida.
Dentro del movimiento slow se plantean
distintos ámbitos desde los que
desarrollar esta filosofía de vida:
- slow food: nos plantea
que una comida tranquila, sin televisor y en
buena compañía es muy
beneficiosa para nuestra salud.
- slow cities: equilibrio
entre modernidad y tradición. Se
prioriza al peatón frente al
automóvil y los comercios de barrio
cobran importancia de la mano de productores
locales que favorecen producción
ecológica.
Me resulta divertido y curioso comprobar
que en una sociedad que corre como si no
hubiera un mañana, el gran secreto de
la vida pueda encontrarse en algo tan sencillo
como ser capaces de ir más lentos. Ser
capaces de saber escuchar a los
demás, disfrutar de un café en
buena compañía, mirar el
paisaje y sonreír al ver nuestras
montañas o, simplemente, meternos en
la bañera y disfrutar de un baño
relajante
Sé que hay cosas que es mas
fácil decir que hacer, pero a quien le
apetezca, y tenga un rato para poder
dedicárselo, que se pare, apague el
móvil, respire, mire alrededor y
disfrute del momento y de las personas que le
rodean sin pensar a qué hora nos toca
volver a echar a correr.