Parábola de la calle y el caserío

Desde que las anteiglesias son anteiglesias y las villas villas, ha habido una perfecta simbiosis e intercambio de mercancías y servicios entre la calle y el caserío. A diario, o semanalmente, o mensualmente, o por la feria de San Blas, los baserritarras traían a la calle sus hortalizas, animales domésticos, embutidos, pan y borona, para ofertar y vender a los de la calle, y a su vez dejaban sus dineros en los comercios, farmacias y bares. Invadían Bilbao por Santo Tomás, ocupaban a diario amplios espacios en la plaza de Atxuri.

Por su parte, los ayuntamientos proporcionaban a los baserritarras el lugar más adecuado y los servicios necesarios para exponer y vender sus mercancías.

Pero los pueblos cambian y el urbanismo también. Ya los espacios dedicados a los mercados se consideran como disponibles para cualquier otra cosa… Amorebieta acogía los domingos en la plaza del Ayuntamiento uno de los mercadillos más animados de Bizkaia, conocido en los alrededores como “la boutique La Plaza”, pero a los urbanistas se les ha ocurrido un nuevo decorado de la plaza, que justo es decirlo, ha quedado preciosa, pero al parecer inservible para la celebración del mercado dominical. Las autoridades del municipio han desplazado el mercado  a un rincón irregular en la parte trasera de unas viviendas. El domingo pasado había que andar en piragua por los puestos, a causa de los charcos que se formaron.

Por su parte, los baserritarras que venden los sábados en el mercado de Durango apenas cuentan con unas mesas de aglomerado viejas y desgastadas, y el sábado repartieron una octavilla llena de reproches y quejas del abandono en que los tiene el Ayuntamiento. Piden facilidades para aparcar, espacio para los agricultores jóvenes que desean vender en el mercado, que se cree una comisión entre Ayuntamiento, baserritarras y comerciantes para potenciar el mercado, y que el Ayuntamiento impide la participación de revendedores en el mercado.

Lo de hoy es algo así como un divorcio anunciado entre la calle y el caserío. Uno diría que hoy los favores se los llevan los supermercados, las grandes superficies. La venta directa, del productor al consumidor, sin intermediarios, de productos recién sacados de la huerta, no interesa. Vivan los pimientos y tomates de Almería, los puerros de la Ribera del Ebro, los productos bien cargados de química de invernadero y bien trasteados en cientos de kilómetros de camión.

Lo nuevo de hoy es que algunos baserritarras se han propuesto romper ese bloqueo, recuperar en la calle y en el mercado de nuestros pueblos el espacio que han conquistado durante siglos de trabajo y empeño. Ya no les basta que las instituciones o las cajas de ahorro potencien la feria de San Blas o los lunes de Gernika, con un si es no es de sentido folclórico más que comercial. Están decididos a ocupar un espacio en la actividad comercial de todos los días, de todas las semanas.

Una iniciativa secundada por la Asociación de Agricultura de Montaña les permitirá exponer y vender en las puertas de un gran supermercado de Abadiño, con el permiso de esta firma comercial. Al mismo tiempo se proponen mejorar la presentación de sus puestos en el mercado semanal del barrio abadiñarra de Matiena.

“Pero no renunciamos a mejorar el mercado de Durango, a reclamar el apoyo de su Ayuntamiento”, apuntó un baserritarra con puesto en dicha plaza. “Somos 15 los que vendemos nuestras cosechas en la plaza, hay otros siete que no son productores, sino solo revendedores. Queremos y pedimos que en esta plaza solo se permita la venta de nuestra cosecha propia”.

!Aspaldiko! Ya va siendo hora de recuperar aquella buena armonía y simbiosis entre la calle y el caserío de otros tiempos.

Honorio Cadarso es periodista