Patrioterismo deportivo

Estamos ya inmersos en pleno Campeonato del Mundo de Fútbol. Para comprobarlo basta con ver la televisión o las páginas que le dedica la prensa. Un campeonato que ha perdido gran parte de su emoción porque ya sabemos quién va a ser el ganador: España, por supuesto. Así nos lo dicen y lo repiten los periodistas deportivos. Esos periodistas inventores de términos tan peculiares y ridículos  como la Roja, la Armada, la ÑBA… Y, sin embargo, tengo el convencimiento personal de que España no va a ganar. Quizá confundo mis deseos con la realidad, porque confieso que deseo que España no gane. Y no por ser antiespañol, porque no lo soy -para ser lo que soy, no necesito ser antinada, ni antinadie-, ni tampoco para que no cobren los 600.000 euros de premio que tiene asignado cada jugador por ser campeones. Si hay algo que me resulta imposible soportar, en el deporte y en la vida, es la prepotencia y la falta de respeto que da por hecho el triunfo despreciando a los contrarios.

Esa misma falta de respeto que hace que “nuestro” Nadal -Rafa para esos periodistas- nunca gane, ni venza, ni derrote. Nadal “arrolla”, “tumba”, “destroza”, “aniquila” , “pasa por encima de” sus contrarios… según esa prensa. Y cuando no gana, no es porque su contrario ha sido superior, sino que ha sido por culpa de sus problemas musculares o familiares. Y que conste que no tengo nada en su contra. Al contrario, tengo que decir en su favor que Nadal cumple con sus obligaciones fiscales pagando a Hacienda en Manacor (Mallorca), no como Arancha Sánchez Vicario, que tuvo la desvergüenza de indignarse por no ser la abanderada española en los JJ. OO. teniendo su domicilio fiscal en Andorra.

Erase una vez un negrito, llamado Hamilton, que cometió la tropelía de ser el campeón del mundo más joven de la Fórmula1,  derrotándole al invencible Fernando Alonso. Su osadía, y ciertas dosis de racismo, le convirtieron para la prensa española en un mal compañero, mala persona, y tramposo, porque siendo un mal piloto, ganaba aprovechándose del trabajo generoso y desinteresado de Alonso, poniendo el coche a punto, copiándole los datos, reglajes y demás. Al año siguiente Alonso cambió de escudería, y no triunfó. ”Era el mejor pero tenía un mal coche”. Pero por fin fichó por Ferrari. La mejor escudería y el mejor piloto juntos. Ya iba a ser invencible. Pues tampoco. Menos mal que mientras el negrito gana carreras y da espectáculo, nos queda el consuelo de emocionarnos  ante el patriotismo de Fernando Alonso, que en el casco y en las mangas de su traje lleva los colores de la bandera española. Un auténtico patriota… con domicilio fiscal en Suiza.

¿Y qué decir de Valverde?. Con menos indicios de estar implicados en la Operación Puerto, el italiano Basso ha cumplidos dos años de sanción. Ullrich abandonó el ciclismo, lo mismo que los Beloki, Osa hermanos, David Etxebarria y tantos otros.  Mientras tanto Valverde era protegido por la prensa y por las autoridades deportivas impidiendo al CONI la pertinente investigación. Cuando se conoció la sanción, el presidente de la Federación Española de ciclismo declaró que era una muy mala noticia, “tratándose de quien se trata”. Me imagino la cara que pondrían Beloki y compañía al leer la frasecita.

Esto es lo que hay. Pero, aun así, me gusta el deporte. Lo practico y seguiré practicándolo mientras pueda, porque el deporte es una fuente de salud, de superación, de sana competitividad. Y me alegro de que haya subido la Real, y me fastidia que baje el Real Unión (ánimos a Iñaki y Carlos)  y que no haya subido el Amorebieta. Y la temporada próxima seguiré disfrutando y sufriendo con el Athletic. Y, por supuesto, estoy deseando que empiece el Tour.

José Ramón Arrizabalaga es ex-profesor de filosofía