Quien tiene un amig@ tiene un tesoro

No son buenos momentos para la lírica. Es difícil afirmar que el dinero no da la felicidad sin que alguien te mire raro. Es tan osado como hacer un anuncio de Coca cola sobre benditos bares en pleno auge del maldito botellón. ¡Tan raro como un papa diciendo que quién es él para juzgar! Pregúnteselo a sus antecesores. Sin embargo, cuando comienza un nuevo año todos nos llenamos de buenos propósitos: Actualizar más a menudo el blog, apuntarse al gimnasio, dejar de fumar… Y también más melancólicos: recordamos a aquellas personas que por x razones hemos perdido el contacto, tenemos un + de solidaridad y no queremos que algunas cosas sigan = (x+y=?) ¿Matemática pura? ¿Ciencia poco exacta? Lo hablamos en diciembre de 2014.

El caso es que acabamos de vivir esa época de abrazos y besos, de balance, confidencias y, también, de discusiones que acaban en una sonrisa. De estar con la familia y amigos. Y por aquello de la deformación profesional uno analiza todo y llega a la conclusión de qué protegida está la familia, de qué importante consideramos que los niños y niñas hagan cosas en familia (sea el tipo de familia que sea), pero que desprotegida se deja muy a menudo, cuando se proyectan políticas de infancia y juventud, la amistad.

Si preguntásemos a diez chicas o chicos de 14 años cuantos amigos y amigas tienen, nos responderían sin ningún género de dudas que 7, 10 o 20. Esa misma pregunta hace quince años hubiese tenido un resultado similar. Desgraciadamente creo que a igual resultado, realidades muy diferentes.

Yo no sé quién, cómo, ni en qué momento, extendió la idea de que los amigos y amigas son esas personas con las que pasamos buenos ratos de fiesta, salimos a jugar, a tomar algo, nos reímos, vamos de excursión (y nada más, nunca pasa nada malo)… Me interesa profundamente saber qué poder tenía quien dijo que no le debemos nada a nadie, que no me rayes que soy joven y tengo que disfrutar la vida cada momento, que yo no tengo que dejar de hacer o hacer algo por nadie, que lo que les pase a los demás no es mi problema, y que yo he venido a este mundo solo a disfrutar. Me interesa mucho, porque me cuesta aceptar que mensajes tan egoístas, ridículos y cortoplacístas estén tan extendidos. Me duele saber que ante cualquier imprevisto esos chavales y chavalas que hoy veo sonreír no tendrán a nadie de esos que creen sus amigos y amigas. Me da igual sonar antiguo pero ¿dónde están los códigos de amistad, por los que no se delataba a tus amigos/as a pesar de las consecuencias, por los que una chica (o un chico) eran intocables y sagrados para el resto de la cuadrilla? Si pueden ser machistas, retrógrados y racistas sin sentir el olor a naftalina, ¿por qué tienen que ir de mal entendida modernidad cuando de la gente que les rodea de verdad se trata?

Pueden ustedes pasar el tiempo, intentando meter a la gente a la cárcel por abortar. Explicar desde el lado contrario cómo ponerse un condón. Discutir sobre lo que es matrimonio o no. Pueden pasarse la vida haciendo leyes sobre lo que se puede o no decir, sobre dónde está bien reunirse y dónde no. Pueden si quieren decirnos a qué hora podemos hacer ruido. Pueden tomar decisiones por nosotros y nosotras sin importarles las circunstancias.

O pueden, si de verdad les importa el futuro, decirle a la gente que mire a su alrededor, a las circunstancias que les rodean, que con un buen consejo o con la comprensión de un/a buen/a amigo/a pueden lograr superar prácticamente todo. Que si esa persona te escucha te sentirás mucho mejor, que cuando tú escuchas también haces feliz al otro, que perdonar es mucho más sencillo. Que todo es más fácil si nos ayudamos. Y que la confianza, una vida más segura, plena y feliz no es solo cuestión de uno mismo sino de aquellos que te rodean. Familia, sí, pero también amigos y amigas.

Técnico de la Oficina de Información Juvenil de Amorebieta.