San Jon Juaristi, mártir

Erasmus da nombre a una de las becas más “golosas” entre los jóvenes. No por su aportación económica, sino porque ofrece la excusa de combinar estudios, cultura y placer. A mí me tocó viajar a la Bélgica francófona, con una asignación ridícula de 10.000 pelas mensuales y el resto a cuenta de mis padres. Apurado por el cambio de idioma e intuyendo el esfuerzo que seguro tendría que hacer en los dos cuatrimestres, me matriculé en una asignatura “maría”: Cultura Hispánica.

Recuerdo que la profesora, Madame Vauthier, era estricta como ella misma. En clase, leíamos libros como ‘Ariel’, de José Enrique Rodó, o ‘Pedro Páramo’, de Juan Rulfo, nombres que a mí me sonaban más a protagonistas de series estilo ‘Pepe Gotero y Otilio’, y perdonen mi incultura. Madame Vauthier había presentado su tesis en la Universidad de Salamanca años atrás, que versaba sobre la obra de Miguel de Unamuno. Por eso la profesora disfrutaba, se apasionaba y nadaba despreocupada explicando la vida y pensamiento de este autor. Madame Vauthier nos habló, entre otras cosas, del pensamiento antinacionalista (así creo que lo presentaba ella o por lo menos así lo recuerdo) de Unamuno. En este punto sí pedía mi colaboración y yo, ayudaba en lo que podía.

En este contexto recuerdo que nos recomendó leer a un señor llamado Jon Juaristi. Sospecho que la joven y apasionada doctora intentaba dar aliento a su tesis, y en ello andaba cuando pretendía adivinar el futuro y convertir a Juaristi en el nuevo Unamuno. A mí me interesó la oferta y mi madre me envió por correo uno de sus libros, ‘El bucle melancólico’. Lo leí con interés y cierto morbo por su antinacionalismo confeso. Me dio la sensación de que pertenecía al grupo de acólitos de la razón y de la justicia, con cabezas visibles como Fernando Savater y Rosa Díez. ¿Para qué sirve el nacionalismo en el siglo XXI?, se preguntan, desde posiciones radicalmente utilitaristas e intelectualmente despóticas. “Son los sentimientos, es el corazón, idiota”, les respondió un sollozo…

Jon Juaristi ha sido nombrado por el Gobierno Vasco como miembro del Consejo Asesor del Euskera. He repasado su obra y entre sus más de treinta libros escribió uno en euskera en 1976, y que alguien me corrija si me equivoco. Estos días hay quien se ha dedicado a recopilar sus groserías en torno al euskera: “Jamás sobre esta tierra de cristianos volveré  a hablar vuestro ingrato euskara”, ha dicho; o “el euskera es un idioma del pasado”. De hecho, no son exabruptos, sino verdades como puños: muchos ponen en duda que esto siga siendo una tierra de cristianos, y el euskera es un idioma que nació en el pasado y perdura en el presente. Lo que le ocurrirá es que se sentará en su silla de consejero y le rechinarán tanto los oídos que dimitirá dignamente de su puesto. Eso, o se convertirá en el ‘San Manuel Bueno, mártir’ de Unamuno, ese sacerdote que predicaba algo en lo que él mismo no acaba de creer.

Julen Orbegozo kazetaria da