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Sentido y sensibilidad

Más de una vez habremos oído decir a nuestro alrededor ???es que yo soy muy sensible, y no se me pueden decir algunas cosas???, o ???no puedes hablarme así porque soy muy sensible.

Tampoco es casualidad que este tipo de manifestaciones, en lo que yo conozco, proceden de personas ensimismadas, siempre a la defensiva, o por el contrario, con el ego muy alto. Y lo más curioso, que siendo tan sensibles, sin embargo demuestran escasa o nula sensibilidad por el prójimo. Todos tenemos nuestro corazoncito.

Sucede a diario en tu caja de ahorros, con el tendero de tu barrio o la camarera de tu bar habitual, si no es con tu pareja.

Porque una persona con sensibilidad, que no sensible o sensiblera, es alguien dispuesta, abierta a escuchar, que está para el otro.

Cada cual tiene sus problemas, sus alegrías y sus momentos, pero eso nos sucede a todos y por lo tanto quien esté dispuesto a recibir tiene que estar dispuesto a dar.

Esto es darle sentido a nuestra existencia. No podemos vivir sólo para nosotros, esperando que nos compadezcan y nos mimen, o que nos alaben. La felicidad no es un estado permanente, pero podemos disponer de momentos, cuando nos atienden y sin ninguna duda, también cuando mostramos interés por el otro. Si además, podemos ayudarle, razón de más para encontrarnos mejor con nosotros mismos.

¡Que bien nos sentimos teniendo alguien a quien contarle nuestras cuitas!. Este sentimiento es recíproco. Lo que esperamos de los demás, ellos lo esperan de nosotros y aunque pueda parecer egoísta no lo es. En la sublime idea de dar sin aguardar nada a cambio existe un pequeño resquicio de esperanza, aunque sea subconsciente, de que siempre habrá alguna persona que en algún momento pueda hacer algo por mí.

Diríase que mi reciente cursillo de coaching me está transformando, logrando de mí una nueva manera de estar en la vida o, quizás mejor, de que la vida esté en mí. Enfocado.

Quien me recibe con una sonrisa y me pregunta cómo estoy aunque delate mis ojeras, o precisamente por ello, conquista algo muy importante de mí y además obtiene una respuesta similar. Me encantará encontrarme con ella y charlar sobre los dos.

Sin embargo, quienes siempre esperan que les digamos lo maravillosos que son o la bonita camisa que llevan, pero no son capaces de preguntarte -y tú, ¿qué tal estás hoy?- sencillamente llegan a aburrirnos y la única conversación que podemos establecer será tan banal como la de hablar del tiempo. O sea, la típica escena de ascensor.

¿Por qué os cuento todo esto? No sé. Es día de Año Nuevo y siento interés por el proceso del vino, para mí y al menos para quien pierde sus minutos leyéndome.

¿Os he contado algo que ya sabíais? Eso me sucede a mí a diario en el ascensor.

Urte berri on!

Agustín Ruiz Larringan, herritar aktiboa.

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0 Comentarios

  1. Kattalin

    Cuánta razón tienes, Agustín. Muy buenas reflexiones.

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