Subsuelo ético

La próxima semana enterraremos a mi abuelo. Lleva 74 años muerto. Tirado en una fosa común que afortunadamente alguien marcó y resguardó, anónima y casi clandestina. Volverán sus restos a ella, una vez identificados, junto a los compañeros que el asesinato colectivo reunió. Esta vez con la dignidad y el recuerdo que se les ha negado durante 74 años. Ahora que mucho se apela a un denominado ‘suelo ético’ –o se arroja contra algunos– conviene recordar el subsuelo, aún pendiente.

Aita, cansado de escuchar despectivamente aquello de ‘hijo de rojo’, llegó muy joven buscándose la vida a Ubide. De ahí a Mañaria, antes de casarse con ama e instalarse definitivamente en Durango. En Mañaria aprendió a ‘chapurrear’ algo en euskera. La casera del baserri donde vivió, una señora muy de misa y del PNV, sería para nosotros una tercera abuela, amama Felisa (goian bego!). Ella elegiría mi nombre, uniendo el de los dos abuelos; mis padres no dudarían en registrarlo en el idioma de aquí, y en que yo lo aprendiese desde pequeño. Las vecinas de Kalebarria en Durango (Mari Carmen, Pilar, Maru… ) serían una familia para ama y para nosotros.

Todavía tendría que escuchar aita alguna vez aquello de ‘maketo’, especialmente por parte de círculos del PNV. Pero Argala y ETA, o ANV, les dirían contundentemente que vasco es aquel que vive o trabaja en Euskal Herria. Llevaba aita no mucho tiempo en Mañaria, cuando un día lo requerirían para acudir a la oficina en el curro. “Ha llegado algo de tu pueblo –le dirían los jefecillos–, un informe de la Guardia Civil; dicen que no eres de fiar, que eres hijo de rojos”. Sensación de agobio, otra vez la misma historia, ¡hasta en Mañaria! Y el jefe, mirándole directamente, añadiría a continuación: “Así que bienvenido, eres de los nuestros”. Ese día se hizo definitivamente vasco. Y separatista incluso; lo de rojo ya lo traía.

No suelo gustar de contar rollos personales, pero la ocasión se prestaba al efecto. Además, en el pleno del Ayuntamiento de Durango del martes 26 tuvimos también ocasión de escuchar un testimonio en primera persona: el de Amaia Etxenagusia, que relató el accidente sufrido cuando acudían a visitar a su hijo Asier Aginako, sometido a la política de dispersión en la prisión de Aranjuez. La moción al respecto, presentada por Senideak a través de Bildu y Aralar, recibió una contra-moción del PNV; el empate a 8 votos entre ambas hizo que ninguna saliera adelante, al no hacer la Alcaldesa uso de su voto de calidad para aprobar ni siquiera la del PNV. En el debate, especialmente por parte de PSE y PP, volvieron a lanzarse cuestiones relativas a la memoria, el relato…

Bien, pues con todo esto quería expresar que hay múltiples memorias, relatos, historias, dolores, heridas; que también incluyen como damnificado de lo sucedido en este país al propio euskera, conviene recordarlo a las puertas del 3 de diciembre, ‘Euskararen eguna’. Podemos construir un relato compartido (o quizás relatos, quizás necesitemos inicialmente más de uno, o al menos diferentes versiones); habrá que seguir dando pasos, revisiones críticas, reparaciones. Pero hemos de hacerlo de forma seria y sólida, en toda su amplitud, desde el subsuelo. Sin enredarnos tampoco en eternos reproches, mirando, al tiempo, hacia adelante. Porque hay múltiples caminos y trayectorias, que además se entrelazan, a través de los cuales hemos ido construyendo, seguimos construyendo, una identidad vasca y este país. Libre, soberano, democrático, un poco rojillo también. Y tropical incluso.

Durangoko zinegotzia (EH Bildu)