Tal y como lo ven

Por una serie de circunstancias, he tenido la oportunidad, durante estos últimos días, de conversar con personas de diversas nacionalidades, orígenes diferentes y variada condición. Curiosamente, prácticamente todas ellas no han tardado en preguntarme, pese a que yo les insistía con vehemencia que provenía del “Basque Country”, qué es lo que pasa en España.

Querían saber, sobre todo, cómo es que ha quebrado. Porque en el resto de Europa, no nos llevemos a error, dan por descontado que España está en bancarrota. Por mucho que el dúo Rajoy-De Guindos se empeñe en utilizar la más amplia y variada retahíla de eufemismos para evitar llamar a las cosas por su nombre, por ahí afuera, no engañan absolutamente a nadie. No creo que, ni siquiera ellos mismos, se traguen las pedazo ruedas de molino con las que quieren hacernos comulgar.

Porque rescate por rescate es igual, a los ojos de los conciudadanos europeos, no a rescate al cuadrado, sino a INTERVENCIÓN. Así, como suena, con mayúsculas. Como Grecia, Irlanda y Portugal, ni más, ni menos.

Me da rabia, mucha rabia, que hace pocos meses los gerifaltes sacasen pecho y proclamasen a los cuatro vientos que las entidades de crédito del estado habían superado satisfactoriamente los más severos test de estrés, y que tengamos que ver, ahora, que algunas cajas, NO TODAS, NI MUCHÍSIMO MENOS, estaban podridas y que, por mucho que hayan adoptado forma de banco y salido a cotización bursátil, arrastran un agujero mayor que el de la capa de ozono, del que, por cierto, hace mucho que ya no se habla.

Y esto de soltar pasta gansa, decenas de miles de millones de euros (que se dice fácil), de los fondos europeos para taparlos, mosquea, y mucho, a los vecinos del continente, y parece muy razonable que quieran saber qué demonios hacen y van a hacer Rajoy y sus muchachos, para devolverlos.

¡Ojo!, que la Unión no va a regalar nada. Que hay que pensar en las posibilidades y condiciones del reintegro. O sea, que nos vamos a enterar, porque ahora nos van a decir desde ahí arriba que el IVA tiene que subir, que la edad de jubilación se ha de retrasar, aún más, y que la reforma laboral se ha quedado corta en algunos extremos y que resulta inútil en otros. Y más que decírnoslo, nos lo van a imponer. Y todos a tragar. Y a callar.

Las campanas tocan a rebato, y ya veo a todo vecino, a la antigua usanza, ante alarma que se cierne, en plan maldición y plaga bíblica, apretando el trasero para salir de ésta a la que nos ha arrastrado el Reino, y de la que no sabemos, todavía, como salir.

Jon Andoni Bengoetxea es abogado y presidente de la Cultural de Durango