Telefónica, ecologistas y cigüeñas

Es como un desacuerdo a tres bandas, a la vista de todos los vecinos de Amorebieta-Etxano: hace un tiempo, por decisión de quien tenía poder para decidirlo, fue destruido y retirado de la torre de Telefónica en Zornotza un nido de cigüeñas; al mismo tiempo, en un estanque del parque de Nafarroa, sobre dos postes instalados al efecto, se habilitaron sendos nidos como invitando a las cigüeñas a trasladarse a ellos. 

Por otra parte, a la torreta de donde se había desalojado a las cigüeñas se le añadió en lo más alto un cucurucho en forma de cono muy pendiente que hacía prácticamente imposible asentar un nuevo nido. 

Pero las cigüeñas siguieron viniendo a la torre durante todo el año pasado, anunciando quizá que no estaban conformes con el desahucio del que habían sido objeto. Vamos, en plan “okupas” contestatarios.

Hacían falta muchos conocimientos de ingeniería cigüeñil para asentar en un cono un nido tejido con ramas, barro y palotes. A las cigüeñas les ha costado el estudio y la ejecución de su nueva vivienda algo más de un año. Pero ahí lo tienen, asentado sobre la parte de la torreta que mira al sur, buscando el calor del sol. Las cigüeñas “okupas”, de momento, echándole toneladas de tecnología, trabajo y tesón, se han salido con la suya.

Uno se pregunta qué va a pasar ahora, si Telefónica y los ecologistas van a dar por buena la reacción de las cigüeñas…

Uno se pregunta también quién tiene razón en este conflicto a tres bandas. Porque ya ocurrió en Durango que se puso un nido en la torre de Santa María para invitar a las cigüeñas a dejar el árbol del parque donde están alojadas todavía y trasladarse al lado de las campanas. Pero ya vemos que las cigüeñas no hicieron caso. Y ahora le ha tocado a Telefónica y a los ecologistas que las querían trasladar al Parque de Nafarroa.

A lo mejor resulta que los animales tienen un sexto sentido, un sexto instinto, mejor equipado que el nuestro, en temas de conservación y defensa del medio ambiente. A lo mejor resulta que, en lugar de decirles a las cigüeñas que sigan nuestras directrices, tenemos que preguntarles a ellas qué conviene hacer en cada caso.

A lo mejor es la hora de recordar todos nosotros que la naturaleza, ese mundo en el que vivimos y gracias al cual vivimos y nos alimentamos, esa “Ama Lur” venerada y adorada por nuestros antepasados, tiene también unos derechos que comportan por nuestra parte unas obligaciones.

Uno no puede menos que desear un acuerdo entre cigüeñas, Telefónica y ecologistas. Pero uno se alegra de que las cigüeñas hayan vuelto a empadronarse en el casco urbano de Amorebieta. Uno se alegra de oir el repiqueteo de sus picos al amanecer, de ver crecer a sus polluelos a la llegada del verano, de seguir con la vista el lento vuelo majestuoso de sus figuras estilizadas sobre los tejados y las calles y las plazas del pueblo.

La cigüeña forma ya parte del urbanismo moderno y mobiliario urbano de Durango y de Zornotza. Tal vez es uno de sus mejores adornos, les da a nuestros pueblos un toque de romanticismo y de buen rollo con el medio natural.

Honorio Cadarso es periodista