Teresa Romero (¿o tal vez debería llamarla Teresa Flor de Romero?) y Malala ( ¿o tal vez Princesa de las Mil y una noches?) se han cruzado estos días por los caminos de ida y vuelta entre el Primero y el Tercer Mundo.
La gallega se ha apuntado voluntaria para atender con el máximo riesgo al primer enfermo de ébola que llegó de Africa a España, y lo ha pagado con el contagio. La segunda ha reivindicado para las mujeres del Tercer Mundo el derecho a la escuela y la cultura, y en sus trabajos de embajadora ha sido proclamada Nobel de la Paz.
Teresa ha pasado por encima de todas las reservas y prevenciones, y ha proclamado sin aspavientos que las enfermedades contagiosas del Tercer Mundo son tan nuestras como la gripe o los catarros, y que hay que tratarlas con el mismo rigor que a cualquier enfermedad, en un país y en una Europa que llevaba años volviendo la espalda al ébola y a los enfermos de Africa.
Vilipendiada por las estructuras y los responsables de la Sanidad del Estado español, calumniada, contagiada y en peligro de muerte, ha despertado con su gesto sencillo una reacción unánime de Europa y de España, que por fin, gracias a ella, se ha decidido a tomar en serio el ébola y buscarle soluciones farmacéuticas, después de 40 años de olvido.
Y con ella han tomado la palabra los indignados trabajadores de la Sanidad española. Y tras ella los dirigentes políticos han tenido que rectificar, tragarse las palabras mal dichas, y tomarse en serio de una vez el problema.
La historia de la humanidad avanza con gestos como los de Teresa o Malala. Teresa ha levantado un puente de plata por encima del Estrecho de Gibraltar entre Africa y Europa, entre el Primero y el Tercer Mundo, ha proclamado que no hay enfermedades de este o del otro mundo, que solo hay enfermedades a secas, y que es obligado y obligatorio compartir con toda la humanidad enfermedades y remedios curativos. Malala ha reclamado el acceso a la cultura para todos los seres humanos.
Gracias a ellas dos, la solidaridad y la fraternidad universal han dado esta semana un paso de gigantes. Gracias a ellas dos, uno ha recuperado la esperanza en un mundo mejor.
Gracias, Teresa Flor de Romero, gracias, Malala princesa de las mil y una noches.Benditas seáis y benditas las madres que os parieron y los pechos que os amamantaron.
Y de paso, un saludo para Exkalibur, que también tendrá que pasar a la historia como el perro de San Roque y tener su paraíso.
Afirma Malala que un niño, un profesor, un libro y una pluma pueden cambiar al mundo porque la educación es la única solución. Claro que sí. Pero a quienes no les interesa la educación se ocuparán muy mucho de asesinar al profesor y también al niño si hace falta y quemarán el libro, la pluma y lo que con ella se haya escrito.
Afirma Malala que un niño, un profesor, un libro y una pluma pueden cambiar al mundo porque la educación es la única solución. Claro que sí. Pero a quienes no les interesa la educación se ocuparán muy mucho de asesinar al profesor y también al niño si hace falta y quemarán el libro, la pluma y lo que con ella se haya escrito.