Tribulaciones de un pastor

Sobre la mesa del mercado callejero hay un muestrario de quesos con denominación de origen Idiazabal que lleva por apellido el nombre de un rincón del parque natural de Urkiola. Nuestro protagonista de hoy podría estar en torno a los 50 años. Hasta el año 2000 tuvo un bar en Bilbao la Vieja; montañero empedernido, frecuentaba los fines de semana los cresteríos del Duranguesado, y soñaba con venirse a vivir a un caserío y hacerse pastor.

Se cumplió su sueño en el año 2000, y hoy tiene un caserío en el barrio más rural y escondido de Abadiño, al pie de Anboto, Untzillaitz y Aitz Txiki, y sobre las campas de su caserío cuida 200 ovejas latxas, y cuenta con un obrador de lo más moderno y completo donde elabora queso, que luego intenta comercializar mediante la venta directa.

Pero al parecer, las cosas no le van como él soñó cuando dejó Bilbao por el caserío: “¿Que si estoy contento de haber dejado el bar por el caserío y las ovejas? Pues… ¡no! En el bar trabajaba diez veces menos, y ganaba diez veces más”.

El pastoreo de ovino tiene como ingresos los corderos, y la leche, más las subvenciones que proceden de Bruselas y son gestionadas por la Diputación. Lo de la lana es agua pasada: “La única salida para la lana es el basurero”, comenta. “Antes al menos te venían a recogerla gratis. Ahora ni eso”.

“No me quejo, me conformo con lo que nos da la Administración”, añade el pastor-ganadero, que seguramente preferiría contar con unos ingresos dignos por el fruto de su trabajo. Los precios de venta del cordero están sometidos a un mercado donde abundan los especuladores. 

El queso, elaborado con todas las garantías y normas de la denominación de origen Idiazabal, según nuestro protagonista, está sometido en su comercialización a unas presiones y competencia durísima por parte de grandes empresas queseras y grandes superficies.

“Intenté negociar con una cadena de supermercados. Me ofrecieron un precio ridículo, y les contesté que por ese precio prefería regalárselo a una ONG”. De las empresas dedicadas a la elaboración de queso cuenta y no acaba: “Una de ellas empezó por comercializar queso elaborado con leche de Zamora como Idiazabal, hasta que la Administración vasca le paró los pies, y a continuación se sacó de la manga una marca para seguir con la misma leche… Ahora intentan controlar los precios de la leche de oveja latxa, y forzarnos a los pequeños productores a venderles a ellos nuestra producción, en vez de hacer venta directa”.

El pastor-ganadero se lmenta de que la Administración autónoma tolera esas prácticas de asfixia de los pequeños productores por parte de las grandes empresas lácteas. “Hubo momentos en que las cosas fueron medianamente bien, la venta directa al consumidor y la cobertura de la denominación de origen Idiazabal nos ayudaban mucho. Pero las grandes empresas están intentando dejarnos fuera de juego y quedarse con todo el mercado”.

Para colmo de desgracias, el alza de precios del grano a nivel internacional, que en algunos casos supone un 80%, les está asfixiando. “Los precios de los piensos me van a suponer en esta campaña un 20% de gasto por encima de los costes del 2010”. 

Sobre el paisaje de Euskalherria, el pastor con su perro y sus ovejas representa algo más que una unidad de producción en el sector alimenticio, o una nota de colorido y poesía. La oveja y el pastor domestican nuestro medio natural, lo humanizan, lo ponen a nuestro alcance y lo acercan para nuestro disfrute.

La sociedad, Euskalherria, debería pagar a los pastores por mantener limpios y listos, para disfrutarlos, nuestros montes y campas. Nuestro pastor-ganadero, barman en Bilbao la Vieja en el siglo pasado, no acaba de comprender por qué de barman ganaba diez veces más y trabajaba diez veces menos que de pastor. ¿Acaso el trabajo de un pastor.ganadero tiene menos valor y menos trascendencia social que el de un barman de Bilbao la Vieja?

Honorio Cadarso es periodista