Turistas

Los turistas nos visitan cada vez más y más. Los hoteles de las tres capitales, e incluso muchos del interior, han estado a rebosar, al menos durante dos días, lo que da cuenta de la importancia creciente de este sector productivo.

Vivimos en un mundo donde aumenta el peso de los servicios en la economía, especialmente de aquellos dedicados al ocio y el disfrute. Por doquier se construyen hoteles, incluso en esta coyuntura incierta, con promesas de sensaciones increíbles. Establecimientos superconfortables con menús exóticos y ???spa??? con vistas de ensueño. Todo pensado para que por unas horas nos podamos sentir tan estupendas como la ???jequesa??? de Quatar cuyo atractivo nos han mostrado estos días los periódicos.

Estamos en crisis, sí. A pesar de todo, hay demanda para gozar de estos y otros lujos. Nuestra sociedad se parece cada vez más a esas comunidades individualistas donde una minoría acomodada convive en aparente armonía con familias en paro asistidas por sus mayores pensionistas, viudas a las que apenas les llega para comer o inmigrantes que hurgan en los contenedores de basuras.

Desalentador panorama que preferimos olvidar cuando llegan estas fechas. Y es que eso son también las vacaciones: un tiempo para el disfrute que cada cual administra a su manera y/o a la medida de sus posibilidades, y que parece haberse convertido en algo irrenunciable. Lo cual ofrece a su vez un campo de oportunidades por explotar y en el que queda todo por hacer, aunque se ha avanzado mucho en los últimos años.

Miremos el ejemplo de Catalunya, con décadas de ventaja, y su admirable explotación del patrimonio cultural y paisajístico. Allí cada comarca tiene su ruta turística propia, hecha muchas veces a base de imaginación. Ni bares ni comercios cierran cuando llegan los turistas. No dejan de vender algo susceptible de ser vendido porque comerciantes y hosteleros se adaptan fácilmente a la demanda del consumidor.

Aquí vamos mejorando, pero todavía nos faltan cintura y creatividad. Año tras año, los responsables de los hoteles bilbaínos se quejan de que todo está cerrado precisamente en épocas vacacionales. Este año se ha hecho un esfuerzo y muchos hosteleros han atendido a la petición de quienes clamaban por que no decayera el ambiente en Semana Santa. Seguro que no se han arrepentido y que la experiencia les ha dado alguna idea sobre cómo aumentar su facturación.

Ahora que la violencia pierde fuerza en nuestra sociedad, es momento de recibir a todos aquellos que no se nos han acercado antes por temor o por prejuicios. Y hagámoslo con los brazos abiertos, porque ellos nos brindan la posibilidad de explotar esta inédita fuente de ingresos y posibilidades de trabajo. Este nuevo tiempo nos ofrece además la oportunidad añadida de mostrar lo que verdaderamente somos sin mediatizaciones interesadas. No en vano, el conocimiento y la cercanía son la base del entendimiento.

Vivimos el fin de unos tiempos. Esperamos una Tierra nueva donde habite la justicia