Así lo aseguran cosecheros acreditados de Vizcaya, el txakolí, que hace tiempo conquistó Bilbao y Madrid, ha llegado ya a los Países escandinavos, este podría ser un primer paso para su introducción en los canales de comercialización internacionales. Lo que era en tiempos pasados un vino elaborado de forma muy rudimentaria, ácido, solo apto para el consumo de baserritarras, es hoy una variedad de vino que se sirve en las mejores mesas, los mejores restaurantes, los bares más distinguidos. Un vino que se elabora con las técnicas y el instrumental más modernos.
La cosa va tan en serio, que si uno entra en las páginas de txakolí de Internet, se encuentra con que en Burgos, en Cantabria, quizá en otras comunidadees autónomas, han comenzado también a elaborar y comercializar su propio txakoli.
Esta “primavera” del txakoli se inició allá por la década de 1980, cuando entramos en la Unión Europea y el sector agrícola-ganadero de Euskadi tuvo que adaptarse a un durísimo ajuste: se redujo drásticamente la procucción lechera, entraron en crisis el sector cárnico, la horticultura, y los valles aptos para la agricultura eran invadidos por nuevos polígonos industriales, nuevas urbanizaciones más y más carreteras y autopistas…
Al borde de la Nacional 236, el baserritarra Kortazar mantenía unas pocas vacas lecheras en un terreno de 2 hectáreas; pero como ya no podía cuidarlas, y la leche no tenía buen precio, optó por reciclarse él y su landa de dos hectáreas, plantó una viña, compró la maquinaria de segunda mano a un bodeguero de la Rioja, transformó la cuadra del caserío en una bodega, y con la ayuda de su familia se lanzó a vender el txakolí por ferias y bares del contorno.
Por aquel mismo tiempo, el empresario Eguzkialde decidió plantar una viña, más que nada por hobby. Y resultó que se tomó en serio la aventura, y un buen día dijo en casa: “Quiero dedicarme al txakolí full time”. Hoy, Eguzkialde Gaztea cuenta con una extensión de unas 6 hectáreas, y una producción de 70.000 kilos de uva y 70.000 botellas, que se venden a un precio medio de 4 o 5 euros la botella. “Normalmente para setiembre tengo vendida toda la cosecha; en 2010 me costó un poco más, pero este 2011 las ventas van muy bien”, comentó.
Y burla burlando, Guipuzkoa cuenta con una cosecha media de 6,9 millones de euros año, en unas 400 hectáreas de viña; Vizcaya ingresa 5,2 millones de euros sobre una extensión de 278 hectáreas, y Alava se embolsa 0,9 millones de euros sobre una superficie de 47 hectáreas. Total, 12 millones de euros de ingresos, 725 hectáreas de viñedo, y 91 pequeñas explotaciones dedicadas a la producción y comercialización del txakolí. Y cada territorio histórico cuenta con su Denominación de Origen y su Consejo Regulador, “que lo mejor sería unirnos los tres territorios en una sola estructura, pero cualquiera pone de acuerdo a uno de la Real con uno del Athletic”, apuntó Eguzkialde Gaztea.
Las cosas no han sucedido por casualidad, como llovidas del cielo. “Ha habido un apoyo decidido de la Administración autónoma, y en el caso de Bizkaia de la Diputación Foral” comentó Eguzkialde Gaztea. El prestigio de la cocina y de los grandes cocineros vascos, que han apoyado el txakoli decididamentee, ha contado también lo suyo. “Pero el factor decisivo, la clientela más segura y numerosa la hemos encontrado en los chiquiteros, en los bares”.
El txakoli se presenta así como una alternativa válida, como una salida para caseríos y explotaciones que han fracasado en la producción de leche, o en otras especialidades agrarias. El viejo Kortazar, que se ha ajustado a las dos hectáreas de terreno de su caserío, sigue adelante. Eguzkialde Gaztea emplea tres personas en sus 6 hectáreas de viña, y no excluye la posibilidad de ampliar la explotación.
Pero insiste muy en serio: “Esto no funciona con las ayudas de la Administración, para sacar adelante una explotación de txakoli tiene que gustarte este trabajo, tienes que dedicarle 24 horas sobre 24, y tienes que ir paso a paso; no se pueden quemar etapas, se invierte cuando te permiten los ingresos que produce el txakoli. Algunos se han lanzado a plantar cientos de hectáreas de un golpe… Es demasiado arriesgado…”.