Muchos desearían que este año 2012 hubiera sido, solamente, un sueño, una inocentada de mal gusto. Basta una mirada hacia lo que nos rodea, para percibir una inquietante sensación de tristeza que permanece instaurada entre nosotros durante los últimos meses.
A los datos me remito. No cabe señalar ni un sólo indicador, al menos en términos macroeconómicos, que hayan invitado al optimismo en este periodo de tiempo. Más bien al contrario, los números parecen empeñados a mostrar el camino hacia un abismo cada vez más profundo.
Y lo que es peor, parece que el trasfondo que subyace tras estos guarismos, es perfectamente perceptible en las personas, en sus actos, actitudes e, incluso, hasta en su sentido del humor.
Es como si, por una vez, una crisis hiciera mella, de veras, en los ciudadanos. Es como si la crisis se hubiera grabado, en lugar de sobre los papeles, los periódicos y las pantallas, sobre nuestros rostros. Como en la peor de las pesadillas.
Pero lo bueno de las pesadillas es que siempre terminan antes de que ocurra lo peor. Esta misma semana, me recordaban que nunca te mueres durante una pesadilla, que siempre te despiertas en el último momento. Y que no os quepa la menor duda de que es lo que va a pasar a partir de ahora.
A buen seguro, el 2013 deberá convertirse en un punto de inflexión entre la desolación y la senda del crecimiento. Llegará el fin de la destrucción del empleo y, por qué no, una tímida recuperación que habilite el marco para poder empezar a crear puestos de trabajo.
Después de tocar fondo, como en los malos sueños, sólo cabrá mirar hacia adelante, levantar la cabeza, y, como dicen algunos navarros, ???coger al toro por los cuernos y al carnero por los cojones???, para enmendar la plana a esta inocentada de 2012 que toca a su fin, y, de una vez, pasar página y Vivir, con mayúsculas.
O con alegría. Que es lo que se echa de menos. Alegría para trabajar, para salir, para gastar en comercios, museos, cines, bares y restaurantes. Que falta nos hace a todos.
Por eso, si me preguntan qué deseo para el año entrante, lo tengo muy, pero que muy claro. ¡Un año feliz!