Un dolor insoportable

Las dos piernas rotas y la cadera en el atentado de Berlín. Es el resultado menos malo para el joven bilbaíno que comentó que en toda su vida no había sufrido un dolor tan grande e insoportable.

Las de 2016 serán unas navidades tristes para los berlineses, para los sirios y quienes no pueden permitirse el lujo, sí, lujo, de pagarse el recibo de la luz y la calefacción. Tampoco este año les ha tocado la lotería. No la que cantan los niños de San Ildefonso, otra.

En contraste, el segundo día de la Pascua de Navidad con una innumerable cantidad de vuelos a diferentes destinos de Europa y del mundo. A pasar el fin de año esquiando en Mont Blanc, comiendo las uvas en Bangkok, cenando en el restaurante de la Torre Eiffel en París. Quisiéramos. Algunos hemos elegido opciones menos llamativas. O, para qué engañarnos, no nos lo podemos permitir.

Quienes están detrás de todo esto son unos pocos, que se inventan conflictos y azuzan a otros pocos para idiotizar a mayorías minoritarias, enviadas al terreno de juego para liquidar al supuesto enemigo. Dice la ciencia antropológica que las guerras son necesarias explicando tal horrenda afirmación con pelos y señales. Olvidé quién escribía dicho tratado científico.

Como la Historia se cuenta desde aquí, hemos dado por sentado que Colón “descubrió” América, lo que equivaldría a que los historiadores islámicos afirmaran que Muhammad ibn Nasr “descubrió” Hispania y fundó el reino nazarí de Granada.

¿Cuántos años llevamos liberando la ciudad santa de Jerusalén los judíos, los cristianos y los musulmanes? Historias de Cruzadas, de Aladino y su magnanimidad, del Rey Ricardo de Inglaterra. El único progreso observado se reduce al tipo de armas utilizado. De lanzas y espadas hemos pasado a los aviones de combate y a los coches-bomba.

Y detrás de cualquier causa fanática religiosa o racial de las mayorías minoritarias, existen las motivaciones estratégicas de los creadores de conflictos, que se sientan tras mesas de despachos.

Le resulta sorprendente reconocer a un agnóstico que siente un dolor insoportable… en el alma.

Agustín Ruiz Larringan, herritar aktiboa.